sábado, 17 de marzo de 2018

Tiempo de Cuaresma: Domingo V-Ciclo B


SÉPTIMO DOMINGO DE SAN JOSÉ, CONTEMPLAR

El dolor: cuando sin culpa pierde a Jesús, y lo busca con angustia por tres días.
La alegría: 
al encontrarlo en medio de los doctores en el Templo.

PRIMERA LECTURA  

Lectura del libro de Jeremías 31, 31-34

«Mirad que llegan días —oráculo del Señor—en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá
una alianza nueva.No como la alianza que hice con sus padres,cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto:
ellos quebrantaron mi alianza, aunque yo era su Señor—oráculo del Señor—.Sino que así será la alianza que haré con ellos,después de aquellos días —oráculo del Señor—:Meteré mi ley en su pecho,
la escribiré en sus corazones;yo seré su Dios,y ellos serán mi pueblo.Y no tendrá que enseñar uno a su prójimo,el otro a su hermano, diciendo:"Reconoce al Señor".Porque todos me conocerán,desde el pequeño al grande—oráculo del Señor—,cuando perdone sus crímenesy no recuerde sus pecados».

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: Salmo 50, 3-4, 12-13. 14-15. (R.: 12a)

R. Oh Dios, crea en mí un corazón puro.
Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R. 

Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R. 

Devuélveme la alegría de tu salvación
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti. R. 


SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta a los Hebreos 5, 7-9

Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado.
Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.
Palabra de Dios.

EVANGELIO

2 cruz
Lectura del santo evangelio según san Juan 12, 20-33

En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban:
—«Señor, quisiéramos ver a Jesús».
Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús.
Jesús les contestó:
—«Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre.
Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará.
Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre».
Entonces vino una voz del cielo:
—«Lo he glorificado y volveré a glorificarlo».
La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel.
Jesús tomó la palabra y dijo:
—«Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí».
Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.
Palabra del Señor.

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